We are sending our love and solidarity to all the families whose lives are right now being torn apart by the Russian military invasion of Ukraine and join the voices of antimilitarist movements around the world, condemning Russia’s invasion of Ukraine. War is cruelty, inherently deadly and destructive, to both people and the planet. As the news projects images of violence onto our screens, we send our solidarity to Ukranians seeking shelter and the anti-war voices, too often ignored, calling for “No War!”
Even now, in cities throughout Russia, under threat of arrest, thousands of anti-war protestors fill the streets gathering in public squares. We join them in opposing war and pledge to pressure our own U.S. government to move away from playing a historical imperialistic and militaristic role. The U.S. should call for a genuine process of diplomatic cooperation, not act to further military escalation.
As movements based in the U.S., we hold the U.S. responsible for the destabilizing impact of NATO’s escalating expansion into Eastern Europe. In an already volatile situation, rather than deepen diplomatic channels, we saw an increase in so-called “lethal aid,” in a Western effort to possibly draw out an insurgency in an effort to prolong violence. Weapons manufacturers, like Raytheon and Lockheed Martin, previously boasted about rising tensions, and now defense stocks rally in the wake of the invasion, profiting from war while civilians pay the price.
Scarcity, Security & Fuel
The Russian invasion of Ukraine is at once a reaction against Western encroachment, a reflection of Putin’s imperialist quest for expansion, and at the same time, a resource war, greased by the global fossil fuel economy and expansion of violent fossil fuel extraction by oil and gas-producing states like Russia and the U.S.
Thirty-one years ago this week, in February 1991, the U.S. was still bombing Iraq in the first Gulf War, as our movements filled the streets with the demand of No Blood for Oil. We call into this moment, alongside our solidarity with the people of Ukraine, our ongoing solidarity with the women, children and families of war-torn communities in Syria, Palestine, Afghanistan, Somalia, and Yemen also being bombed repeatedly throughout this historic moment. In each of these territories, we see the tragic human and environmental cost of U.S.-led imperialist settler colonialist global conflict—devastating the lives of thousands of our relatives and further driving the burning of the planet.
The path to peace and global security is fundamentally the deep and urgent movement building work for system change, from capitalist extractivism to a feminist economy that centers life and well-being. See the rapid response event that GGJ member About Face: Veterans Against War convened to elevate our movement’s understanding of the context of Ukraine and the structural factors underlying this imperialist invasion.
¡No a la guerra en Ucrania! ¡Necesitamos cooperación diplomática, no escalada militar!
Enviamos nuestro amor y solidaridad a todas las familias cuyas vidas están siendo destruídas en este momento por la invasión militar rusa de Ucrania, y nos unimos a las voces de los movimientos antimilitaristas de todo el mundo que condenan la invasión rusa de Ucrania. La guerra es crueldad, inherentemente mortal y destructiva, tanto para las personas como para el planeta. Mientras las noticias proyectan imágenes de violencia en nuestras pantallas, les enviamos nuestra solidaridad a los ucranianos que buscan refugio, y a las voces contra la guerra, ignoradas con demasiada frecuencia, que dicen: “¡No a la guerra!”
Incluso ahora, en ciudades de toda Rusia, bajo amenaza de arresto, miles de manifestantes contra la guerra llenan las calles reuniéndose en plazas públicas. Nos unimos a ellos en oposición a la guerra y prometemos presionar a nuestro propio gobierno de estadounidense para que deje de desempeñar un papel imperialista y militarista histórico. Estados Unidos debería convocar un proceso de cooperación diplomática genuina, no actuar de forma que promueva la intensificación militar.
Como movimientos basados en los Estados Unidos (EEUU), responsabilizamos a los EEUU por el impacto desestabilizador de la creciente expansión de la OTAN en Europa del Este. En una situación ya volátil, en vez de profundizar los canales diplomáticos, vimos un aumento de supuesta “ayuda letal,” un esfuerzo occidental para posiblemente provocar la insurgencia y así lentamente desangrar a Rusia de recursos militares. Los fabricantes de armas, como Raytheon y Lockheed Martin, anteriormente se jactaban del aumento de tensiones, y ahora las acciones de defensa se recuperan tras la invasión, beneficiándose de la guerra mientras los civiles pagan el precio.
Escasez, Seguridad y Combustible
La invasión rusa de Ucrania es a la vez una reacción contra la invasión occidental, un reflejo de la búsqueda imperialista de expansión de Putin y, al mismo tiempo, una guerra de recursos, aceitada por la economía global de fósiles combustibles y la expansión de la extracción violenta de fósiles combustibles por estados productores de petróleo y gas como Rusia y EEUU.
Hace treinta y un años esta semana, en febrero de 1991, Estados Unidos todavía bombardeaba a Irak en la primera Guerra del Golfo, mientras nuestros movimientos llenaban las calles con la demanda de No más sangre por petróleo. Declaramos en este momento, junto con nuestra solidaridad con el pueblo de Ucrania, nuestra solidaridad continua con las mujeres, los niños y las familias de las comunidades devastadas por la guerra en Siria, Palestina, Afganistán, Somalia y Yemen que también están siendo bombardeados repetidamente durante este momento histórico. En cada uno de estos territorios vemos el trágico costo humano y ambiental del conflicto global colonialista imperialista liderado por EEUU, el cual ha devastado las vidas de miles de nuestros familiares y exacerbó la quema del planeta.
El camino hacia la paz y la seguridad global es, fundamentalmente, el trabajo profundo y urgente de construir un movimiento por el cambio sistémico, del extractivismo capitalista a una economía feminista que centre la vida y el bienestar.